Café prehistórico

Se sabe con certeza que se comercia y bebe café desde hace al menos 500 años. Pero el cafeto no surgió de la nada. Según recientes estudios filogenéticos, la Coffea arabica (de donde obtenemos el café arábica) fue el resultado de la hibridación natural de otras dos variedades de cafeto: Coffea canephora y Coffea eugenoides, entre 1 millón y 500 mil años atrás. Lo que significa que la variedad de café robusta (C.canephora) es aún más antigua.

El cafeto es originario de Etiopía, donde por cierto desde hace millones de años han estado viviendo diferentes especies de homínidos de los cuales desciende el homo sapiens. Algunos como el homo erectus estuvieron por la zona desde hace 1.7 millones de años, recolectando frutos, cazando o aprovechándose de los restos dejados por otros carnívoros. Una especie capaz de recorrer largas distancias y omnívora dudo mucho que se le haya pasado por alto un árbol con atractivos frutos rojos, como es el caso del cafeto y sus cerezas. Por supuesto esto no es más que una conjetura, ya que no hay pruebas fósiles de ello, pero es perfectamente posible que las hayan probado. Quizás su sabor les resultó desagradable, ya que la cereza del café sabe a césped, o les provocó una taquicardia ya que también contiene cafeína, o los puso hiperactivos, o todas las anteriores. No nos extrañaría que la consideraran un fruto para mantenerse alertas y activos durante largas marchas, o para los más susceptibles a la cafeína como algo que no debía ni tocarse. 

El punto es que durante al menos 499.500 años muchos humanos o antecesores de los humanos debieron descubrir el café. Al principio solo sus cerezas, no muy gustosas, aunque atractivas y que producían insomnio, taquicardia o hiperactividad en animales y humanos. Pero seguro más de uno le agarró el gusto. A medida que dominaban el fuego y hacían mejores herramientas pudieron moler cereales silvestres y cocinar. Alguien, puede que llevado a ello por un día sin nada más que comer, masticó las semillas del café y se aficionó a ellas. Posiblemente la abuela de su familia las tostó, como hacía con muchas otras semillas y resultó que así eran más adecuadas para masticar. Otra, quizás la misma abuela, las molió y las tiró en agua hirviendo, o se le cayeron sin querer en el agua. Como Uds. saben, el olor a café molido es irresistible incluso para los que no lo toman, así que el brebaje negro con olor a gloria fue probado y les gustó. 

El cuento de las cabras hiperactivas por comer cerezas de café, su pastor que lleva las cerezas y sus semillas al monje, que a su vez tostó las semillas y descubrió el café, es muy atractivo y mercadeable, pero nos parece un mito. Seguramente ya el café se conocía desde hacía miles de años, pero su uso no era regular y las civilizaciones antiguas de la región no tenían escritura donde hoy pudiéramos encontrar recetas o menciones al café. El lugar más cercano con escritura desde hace al menos 6.000 años era el Antiguo Egipto, que sí dejó en sus registros muchos datos sobre lo que comían y bebían, pero estaba bastante alejado de Etiopía. Quizás el Antiguo Egipto comerció con mercaderes que llegaron con semillas de café entre muchos otros productos, pero no se han encontrado pruebas de faraones tomando café. Es una lástima. Estamos seguros de que les hubiera encantado. 

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